sábado, 12 de marzo de 2016

HORNACHOS EN LA MEMORIA

                              "Atardecer en Hornachos" Foto de Ana Villena.

   Los primeros bocados que probé en esa venerable tierra los elaboro ella;-en concreto eran unas deliciosas "ancas de rana".
  La arquitectura de sus espacios y calles me atrajo desde que puse pie en sus suelos; sus cuestas de sabor moruno. Luego llegarían los atardeceres incendiarios vividos desde la terracita del hotel "Negresco";-que así es como llamo al albergue "Castillo de Hornachos". También fueron épicos los diálogos de la pareja de profesoras de religión , mientras dejaban que el tibio sol acariciara sus "frontis", hombros y otros espacios de piel en la terracita del bar "Pepe";-reconvertida en solarium.

Terracita del hotel con encanto "Castillo de Hornachos". Foto de Ana Villena.
      Los retazos "semanasanteros" que pude vivir, fueron intensos; en unas procesiones que tenían el "coupage" de un buen vino: por un lado su castellanía y por el otro, la esencia andaluza. Diriase que resulto como un vino de los denominados de "alta expresión". Tampoco tenían desperdicio, los momentos bucólicos vividos junto al profesor Paco Lechon frente al fuego de una chimenea en su querida Puebla del Prior. El "profe" es un brujo, saboreador de la vida y entre vinos de "pitarra" se nos iba la noche.




Taberna de "Antonio Sanchez". Madrid
  •     Y ya que afloro la noche, diré que viví un par de "nochesviejas" allí. Una con sabor hindú, en casa de María José Aguilar y otra en la mansión acrisolada de hidalguía del arquitecto Blasco. Maribel ;-su compañera de entonces-, elaboro unos platos de cordero inolvidables; algo así como de terciopelo, sencillamente deliciosos. Daba gusto ver al arquitecto arrellanado en su vetusto sillón alternando risas e intermitentes miradas al fuego litúrgico de la preciosa chimenea en aquel salón modernista
  •     Conocí a Amalia; -personaje entrañable que me abrió su corazón y algunos azarosos pasajes de su vida. Allí, en su santuario particular, junto a la mesa camilla y braserito; entre fotografías de Morante de la Puebla, Curro Romero, El Beni de Cadiz o Porrinas de Badajoz entre otros. En una tarde de carnaval fue desgranandome su vida. Me hablo de Magdaleno; -el que fuera su gran amor-, de los abusos que sufriera por un señorito alcoholizado del barrio de San Bernardo en Sevilla, mientras ejercía de limpiadora y un poco de todo en casa de este.
  • -¡Fue un verdadero flechazo; hasta me fui con el a la aventura; bueno, le habían contratado para bailar en "Los Canasteros" de Madrid!-Los rizos aceituneros y ojos verdes de Magdaleno, bailaor flamenco de un tablao sevillano le habían noqueado.
  • -¡Abandone al "hijo de puta" que me había maltratado y me largue con Magdaleno; sabia que no seria fácil, pero aun así viví los días mas felices de mi vida!...-suspira Amalia mientras su mirada se difumina, como perdida entre nostalgias.

  •   Una leucemia aguda se llevo por delante a Magdaleno y Amalia supuso que de nuevo descendería a los infiernos. A punto estuvo de ejercer como "meretriz" en un piso de la calle Montera, pero un banderillero retirado le proporciono un trabajo de camarera en el mesón-taberna de Antonio Sanchez. En aquel local; bizarro y tan peculiar del viejo Madrid, trataría con cantaores, toreros, chamarileros y tratantes del cercano Rastro. Y precisamente, seria Roberto Garcia; -propietario de un negocio de antiguedades quien se enamoraría de ella. Vivieron varios años en la Ribera de Curtidores hasta que una racial gitana de apenas veinte años secuestraria el corazón de Roberto para que de nuevo Amalia acariciara el fracaso; una vez mas en su vida.
  •    Ahora ella vive en su apacible retiro extremeño, aunque las cadenas del recuerdo jamas le dejaran.

  •    Y tal como decía al principio, pude saborear muchas veces sus deliciosos platos; pero lo mejor fueron los agradables momentos de conversacion que mantuve. Porque a ella le encantaba conversar; sus ojos se iluminaban con la misma intensidad que tenían las obras de arte que ella elaboraba en los fragores de su cocina. Con ella se fue parte del espíritu de uno de los locales para mi mas entrañables: el famoso casino de Hornachos. La historia de este casino se resquebrajo para siempre, dejando una estela imborrable para los que vivimos y disfrutamos de sus gestos, su palabra, de un mirar con vehemente dulzura, de una presencia iluminada por la vida....

                                          
  •                                        Visi Villar; reina de los fogones de Hornachos.
  •                                     Giovanni R.Tortosa

viernes, 4 de marzo de 2016

AURELIO GUIRAO; VEINTE AÑOS DESPUÉS

                          Auto-retrato Aurelio Guirao

   Era sábado, mes de junio, años ochenta. Le fui a esperar a la estación de Atocha. Creí que llegaría "ligero de equipaje";-como dijo Machado. Pero cuando la puerta del vagón se abrió, aparecieron tres voluminosas cajas y detrás de ellas la sonrisa beatífica a la vez que irónica del poeta. Llegamos hasta un taxi que nos condujo hasta el número catorce de la calle San Roque. Domicilio de un amigo común: el escritor y experto en teatro hispano-americano Carlos Miguel Suárez Radillo. Esa tarde era la presentación madrileña de su recién estrenado libro: "Ceguedad de la Carne". Ingenuamente llegué a creer que aquellas cajas contenían ejemplares del libro mentado;-aunque las cuentas no me salían, ya que los invitados serian una treintena, más o menos.
    Cuando Aurelio comenzó a abrir aquellas cajas viajeras comprendí todavía más su sentido social, su fino humor y sus "misse en scene" tan particulares. "Pasteles de Cierva", "Yemas" adquiridas en no sé que convento de clausura murciano; vinos de Jumilla, Bullas y Yecla.Varios tarros conteniendo las famosas olivas ciezanas: "mollares", "enteras" y "chafás". Cerraban la expedición dos enormes recipientes repletos de "Ensalada murciana" y "Ensalada pipirrana".
    Ni que decir tiene que Aurelio conquistó con su verbo cálido, su enorme talento como "rapsoda" y su imnata elegancia a la concurrencia. Allí estaban poetas como Rafael Alfaro, Edith Llerena o Pío Serrano; amén de algunos críticos, editores o simplemente amigos.
    El personal quedó gratamente entregado a Aurelio, sus poemas recién estrenados, a su candor y sobre todo a las viandas con las que había agasajado a todos ellos. Aquella noche, el poeta también había sido noble embajador de la gastronomía murciana. Y la ensalada "pipirrana" había conquistado los paladares de los invitados; sopando continuamente trocitos de pan en tan lujurioso condimento ciezano. Hasta un crítico literario japonés anduvo esquilmando hasta última hora los restos de la adorada "pipirrana".

     De Aurelio podría decir tantas cosas, que se haría interminable el texto. De su oficio y destreza como dibujante y pintor; siendo la captación del natural uno de sus grandes poderes. El amor y entrega que tuvo hacia la pintura. Aunque sería la poesía el último destino de su sensibilidad de hombre de otra época. Hasta le oí entonar fragmentos de ópera mientras dibujaba. Y lo hacía con muy buen gusto y cadencia; con registros de barítono ligero.
    Su familia artística, que siempre fueron los miembros del grupo literario "La Sierpe y el Laúd" quisieron rendir algo más que un típico-tópico homenaje; digamos que algo más entrañable y sentido hacía quien fue uno de los hombres mas talentosos del siglo veinte; -aunque desconocido para casi todos, como los grandes genios.....
                                 Giovanni R.Tortosa.