martes, 27 de marzo de 2018

PIÑERO SALVA LOS MUEBLES EN UN COLOQUIO DESCAFEINADO



   Era en la 2. El programa "Millennium" apostaba por un tema siempre controvertido y polémico como es debatir acerca del "Jesús histórico o Celestial". Ramón Colom, su director y presentador puso todo cuanto pudo en los prolegómenos, intentó potenciar el contenido de este. Roger Armengol, psiquiatra y escritor tuvo un comienzo fulgurante. Luego fue diluyéndose según transcurría el coloquio. Tenía puestas ciertas esperanzas en sus comentarios. No hace mucho había leído un libro suyo donde manifestaba un notable desencanto por el cristianismo. Consideraba que el arte era mucho más terapéutico que cualquier religión. Cierto es, que tuvo algún que otro golpe brillante durante el coloquio. 
   Pero donde el espacio televisivo hizo aguas o perdió interés fue con la participación de dos teólogos, a saber: Gabino Uribarri, jesuita y Marifé Ramos, doctora en teología. Ninguno de los dos aportaron nada que tuviese gran relieve. Sus predicas tuvieron el argumento de siempre: insistir en las excelencias de la fe cristiana, y nada más. Para eso, uno puede ir a la iglesia más cercana y escuchar el sermón de turno. No tienes porqué esperar horarios extraños para ver y escuchar semejante discurso.  Me hicieron recordar a los críticos de arte, cuando intentan explicar las obras de Antoni Tàpies. Menos mal que allí estaba el profesor Antonio Piñero, que puso orden en el deshilvanado discurso colectivo y sobre todo dejó en evidencia al resto; y no por nada, sólo porque en esas cuestiones el catedrático e historiador aquilata un bagaje de conocimientos que no está al alcance de cualquiera. Y porque era el único profesional del tema. También esto viene a demostrar que la investigación académica sobre la historicidad de Jesús está a años luz de la pasividad tradicional de la Iglesia.



 Me acordé de Llogari Puyol y Mario Saban. No solamente por sus enfoques, también hubiesen dado más realce televisivo. Al final del coloquio el maestro Piñero acabó con una certera estocada, cuando dibujó a Jesús como uno de los más grandes profetas, un hombre potente y sabio pero incompatible en el siglo XXI.