viernes, 15 de septiembre de 2023

ANA TORÁ, LA ALEGRIA DE VIVIR

 Muchas personas suelen permanecer en "modo avión" durante sus vidas, apenas se les nota. No es el caso de Ana Torá Lozano, que sin pretenderlo ha regado su existir con luz, alegria y magia, obsequiando a su entorno con una personalidad trepidamente y carismática.

Ana Torá, en sus últimas apariciones callejeras.

Mujer de cuerpo menudo con fortaleza de roble, de caminar nervioso y un rostro surcado por las marcas indelebles de quien ha sonreído mucho. Sus pupilas eran como dos alfileres de intenso brillo plateado. En los campos del Baix-Vinalopó encontró su existir de mujer campesina; también para sacar a flote un quinteto que no musical, y sí de hijos: Francisco, Remedios, Ginés, Enrique y Teresa.


Ana junto al vecino y músico Antonio Navarro.

Pero, si en Barinas hubo una mujer con mayor sentido lúdico, sin lugar a dudas fué ella. Los bailes, ya fueran por las fiestas del pueblo o por cualquier otro motivo eran cosa casi sagrada para Ana. Al iguál que su pequeño cuerpo asimilaba el tremendo trabajo de sol a sol, también sentía la necesidad de imbuirse en las notas acaloradas de pasodobles o un bolero de Manzanero. La noche siempre se tornaba joven para ella.

Ahí la podemos ver con un "look" absolutamente moderno.

Una mujer cargada de razones e inquietudes puso sus querencias en la cosa gastronómica; saliendo de sus fogones cantidades más que respetables de viandas, siendo los buñuelos la especialidad de la casa. Su generosidad no quedaba en la elaboración, es que además trasladaba los manjares en una carretilla sin gps ni moderneces, y como último los repartía en la puerta de la iglesia. ¡Y todo ello gratis!


Ana de diálogos con una vecina.

Nos podíamos quedar sentados en cualquiera de los bancos de Bari, a la espera de una mujer altruista y romántica como Ana Torá, pero nos tememos que eso jamás sucederá; -algo así como Penélope en la estación del tren. 


El pueblo de Ana Torá languidece lentamente; un lugar patricio al servicio de la Roma Imperial (Abanilla), y que ha sobrevivido gracias a las vecinas tierras alicantinas. El tiempo ha embadurnado de nostalgias los rostros de las gentes que todavía moran por sus calles, a sabiendas que la gran decadencia ya se instaló en dicho enclave. Y ni tan siquiera las fiestas patronales lo redimen de ello. Lo que antes fueron desfiles lúdicos, pletóricos de alegria y magia, ahora tienen el espantoso ruido de un bombardeo en Kiew. ¡Gracias que a unos pocos kilómetros tenemos el maravilloso balneario de Leana, que es todo un oasis para la paz y los sentidos!


Panorámica de Bari.


 Al iguál que un toro bravo, Ana ha resistido los embates de la enfermedad, pero nos dejó en visperas de fiestas, frisando los noventa. Con ella marcha otra de las grandes figuras que dieron rango popular al ambiente cotidiano de Bari. Todos recordaremos sus incursiones culinarias frente a las cámaras de la 7, sus participaciones en las fiestas, sus bailes, y cuando llegue la noche del 31 de diciembre, al igual que cantaba Mecano, brindaremos con las uvas por su eterna sonrisa de ojillos chispeantes como si la alegria de vivir se quedó para siempre con ella....


Texto y fotos de giovanni R.Tortosa


 



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