sábado, 31 de octubre de 2020

JAVIER VALERO, LA SONRISA DE UN LUCHADOR

Lamentablemente, cada vez que alguien: un amigo, familiar o conocido muere arponeado por el estigma cruel de esa cosa llamada cáncer, a mi mente regresan los lamentos de Hervé Gatssier. Eran los momentos previos a una subasta de arte en París; Hervé me hablaba de un tío suyo, investigador-científico, que después de muchos años de intensos trabajos había dado con una fórmula que podría erradicar la maldita enfermedad en porcentajes altísimos. Pero, ni tan siquiera recibió el respaldo de las industrias farmaceúticas; es que también llegó a recibir amenazas de muerte, si llegaba a promocionarlo por su cuenta.     Hervé comentaba: "¿para qué sirve toda esa farsa de hacer ver a la sociedad, que el mundo científico está volcado en esa enfermedad, si luego esas multinacionales no quieren saber nada?  Son más rentables los medicamentos paliativos que los que que puedan erradicar definitivamente el mal." Hoy le tocó a nuestro amigo Javier Valero, alguien caracterizado por su buen humor, de una alegría contagiosa y especialmente dado a una gran ironía; un hombre al que jamás vimos un asomo de tristeza ni melancolía. Alguien enraizado en la familia y amigo fiel de sus amigos. En mi mente bullen mil imágenes de él, cuando hemos coincidido en algún bar, por cualquier calle, y en este último verano, en esos paseos que conducen a las piscinas municipales. Por tanto, serían muchos los detalles que podrían dar juego para escribir acerca de Javier. Pero, todo esto se desmonta cuando hace escasamente cuatro días, la página "Esto es Barinas" de Facebook, le rendía un homenaje para motivarle en su infernal lucha por la vida.
En ese puzzle fotográfico, resplandecía como siempre Javier Valero entre sus fieles amigos donde nunca faltaría Paco "Faema", Ginés "Rojo" o el simpar César. La verdad es que fue emocionante aquello; un detallazo por parte de aquellos que siempre le respetaron y gozaron con su amistad. Pero, lo tremendo llegaría momentos después de publicarse el vídeo; y era el propio Javier Valero quien respondía en la página, agradeciendo a todos aquellos que de una forma u otra habían compartido con él tantos y tantos momentos de amistad. Y de manera rotunda, como un fogonazo de luz casi hiriente, Javier confesaba como quien habla solo en un amanecer frente al mar, puede que desolado ante su realidad, que él ya no podía aspirar a seguir luchando contra la fiera infame de la enfermedad; que sus fuerzas ya estaban exprimidas y más que agotadas.
Cuando leí el comentario, inmediatamente comprendí que no estaba ante un personaje de novela, o en un relato de pura ficción, que aquello provenía de alguien conocido, de alguien de carne y hueso, de un ser que se sentía impotente ante la adversidad de la vida. Y entonces caí en la cuenta: jamás había sentido una confesión tan brutal, de una verdad incontestable, de una desazón que partía el alma. Y así fue, Javier, desde su rincón casero, en un momento de suma lucidez y de rotunda sinceridad consigo mismo, entronizaba un adiós a su padre, Pepe, a sus hermanos, y a  aquellos amigos del alma. Javier Valero Perea partió hacia otras latitudes, otros confines; y los que le tratamos nos será difícil, diría que imposible, olvidar que conocimos a un hombre íntegro, cuya verdad se hizo transparente hasta con el anuncio de su propia muerte. Quizás haya sido su último guiño, su última sonrisa, ¿quien sabe?...

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